La realidad del Síndrome de Desgaste Profesional

Diego San Martín Villaverde, PhD – HSE Legal Advisor de 144 Partners • 7 de abril de 2022

BURNOUT

Con la pandemia, la ejecución de cuarentenas prolongadas y demás restricciones, se produjeron cambios drásticos e inmediatos en las personas y en el manejo del trabajo. De repente nos tuvimos que adaptar a circunstancias complejas y sólo leíamos y escuchábamos en diversos medios acerca de la resiliencia, que caracteriza a los seres vivos.


La resiliencia es la adaptación frente a circunstancias inmediatas no habituales y que implica adecuarnos a las mismas en todos los sentidos posibles.


No podemos negar que mucho cambió, especialmente, en la salud mental. Según Ribot Reyes, Chang Paredes y González Castillo (2020), “en el enfrentamiento a la COVID-19, a la par del aislamiento social y otras medidas sanitarias, urge potenciar la resiliencia, el crecimiento personal, las relaciones intrafamiliares y la atención especial a los grupos vulnerables para así minimizar el impacto psicosocial de la epidemia en la población”.

No teníamos una preparación o un escenario de contención, quién diría que nos tocaría afrontar una pandemia.


Nuestro país fue severamente golpeado por la pandemia. Nuestro sistema de salud ya era caótico y vivíamos escenarios de corrupción absoluta de los Gobiernos pasados y actual.


En esta oportunidad, conversemos sobre el trabajo. Destacamos, en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el Objetivo 8 de la Agenda 2030: “trabajo decente y crecimiento económico”. El mismo procura un crecimiento económico inclusivo y sostenido puede impulsar el progreso, crear empleos decentes para todos y mejorar los estándares de vida.


Pero el COVID-19 impactó todos los ODS. En este caso particular, nuestro país sufrió un embate cruel que muchas empresas supieron afrontar apelando a la solidaridad, pero otras empresas grandes, negocios pequeños, startups, MYPES, PYMES, etc., sufrieron y tuvieron que despedir empleados, suspender sus contratos, recortar vacaciones y sueldos, etc., medidas que en los medios fueron condenadas, pero siendo que la actividad principal estaba restringida, ¿Qué podría haberse realizado? ¿Acaso el Estado las iba a salvar y sostener económicamente? Nuestro país tiene un alto porcentaje de trabajo informal y eso profundizó la crisis. Esta no es una crítica a esas decisiones.

En el trabajo, nos tocó hacerlo en casa, sin balance, vivimos más conectados al trabajo que nunca. No había una computadora que apagar o puerta de oficina por cerrar para dar por terminado el día.


Un poco de esto es mi historia. Al momento de la pandemia, mi hija tenía menos de 1 año de edad. Mis ingresos provenían de consultorías, un empleo formal en una empresa que recién empezaba (cuyo fin y propósito me siguen encantando a fecha) y lo que obtenía de mi rol como un profesor universitario. Vivía, digamos, tranquilo, pues estaba “ordenado” y podía pagar las cuentas sin problemas, ejercitarme y dedicarme a mis labores como padre.


Todo cambió repentinamente. Perdí mi trabajo al extenderse la cuarentena. Me despidieron porque el negocio estaba paralizado y perdí las consultorías que tenía por el mismo motivo. Me convertí en un número más de desempleados. Había arriesgado bastante y esta situación excepcional me sometió. Seguí trabajando como un profesor universitario, pero los ingresos no eran suficientes.


A fines del 2020 obtuve un puesto como académico e hice mi mejor esfuerzo por brindar un excelente desempeño, pero no dormía, tenía escaso tiempo para hacer ejercicios, no dejaba de trabajar porque no tenía personal, ya que por pandemia se había despedido a muchas personas que representaban un equipo de trabajo, sólo pensaba y me cargaba de más labores, llegando al punto de cuestionar mis propias habilidades y casi abandonar mi pasión. Al mismo tiempo, vivía aterrado por la pandemia, por temor a la muerte, tanto la propia como de mis seres queridos.


Básicamente, nunca paraba de trabajar y de preocuparme y no comprendía porqué me sentía así. Estaba experimentando el burnout, estaba absolutamente fatigado.

En el 2022, la Organización Mundial de la Salud (OMS), expidió la nueva Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), que incluye el burnout. De acuerdo a Juárez (2022), “en la actualización de 2019, el organismo lo introdujo en su listado de Problemas asociados con el empleo o el desempleo y es ahora, en una pandemia que encendió la llama para muchas personas, cuando oportunamente es reconocido”.


Según la OMS, el Burnout o Síndrome de desgaste ocupacional es “resultado del estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha manejado con éxito” y aclara que “se refiere específicamente a los fenómenos en el contexto laboral y no debe aplicarse para describir experiencias en otras áreas de la vida”.


La vida cambió. La forma de ver ese cambio, depende, ciertamente, de nosotros. Pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino un símbolo de fortaleza.

La innovación y la tecnología marcaron el derrotero, pues permiten que abordemos situaciones diferentes con un balance apropiado, sin perjuicio del apoyo psicológico y psiquiátrico que corresponde.


Y es así como me involucré con 144 Partners, aprendí el modelo SHUSH Sleep, el mismo que ha sido desarrollado por un grupo de investigadores y docentes The Johns Hopkins University School of Medicine con una larga y exitosa experiencia en el uso de Medicina de Precisión para la evaluación del Sueño y administración de estados de Fatiga.


Asimismo, en mis investigaciones, confirmé que nuestra legislación hace referencia a somnolencia, pero no a fatiga y lo encontramos en una norma sobre tránsito. El artículo 89° (Prohibición de conducir en estado de cansancio o somnolencia) del TUO del Reglamento Nacional de Tránsito - Código de Tránsito - DS Nº 016-2009-MTC, establece: El conductor debe abstenerse de conducir, si muestra cansancio o si ha estado tomando medicamentos que puedan causarle efectos secundarios e inducirlo al sueño. Entonces, los centros de labores miden eso, pero no profundizan en un factor más complejo: la fatiga.


Mientras que la somnolencia es la tendencia de la persona a quedarse dormido, también conocido como la propensión a dormirse o la habilidad de transición de la vigilia al sueño (Roehrs T, Carskadon MA, Dement WC, Roth T, 2005 / Cluydts R, De Valck E, Verstraeten E, Theys P, 2002); la fatiga es una manifestación clínica que tiene correlación con diversas patologías y localizaciones en el Sistema Nervioso Central (SNC). El sujeto que se encuentra bajo los efectos de este síntoma padece de una disminución del rendimiento, siendo de suma importancia para los costos del sistema de salud (Pedraz-Petrozzi, 2018).


La pandemia expresó nuestras deficiencias, ahora, luego de algunos años, podemos hacerle frente con conocimiento, información y tecnología. No perdamos la pasión por desarrollar profesionalmente lo que sabemos y tampoco condicionemos nuestro balance familiar y amical. Volvamos y seamos mejores que nunca.

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